¿Qué puede hacer la IA?, o mejor dicho, ¿Qué debe hacer y bajo qué condiciones?

18/08/2025

AI Under Watch – The Expert Take reúne a expertos para analizar la tecnología, los riesgos, los aspectos éticos y las implicaciones de la toma de decisiones algorítmicas. En cada publicación, desentrañamos lo que ocurre detrás del código y lo que realmente significa para los profesionales, las empresas, y la sociedad en general.

La pregunta clave no es qué puede hacer la IA, sino qué debe hacer y bajo qué condiciones

A medida que los sistemas de inteligencia artificial influyen cada vez más en las decisiones de sectores clave como finanzas, seguros, salud y la vida cotidiana, la necesidad de una supervisión crítica nunca ha sido tan urgente. 

Vivimos en una época en la que la  IA ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad presente y profundamente transformador.

Antonio García Rouco – CEO Algonew

Desde la automatización de procesos rutinarios hasta la generación de contenidos y el análisis predictivo, la IA ya está reconfigurando sectores enteros. Sin embargo, a medida que estas tecnologías se sofistican, emerge una pregunta de fondo: ¿la IA está aquí para ayudarnos a evolucionar o para ocupar nuestro lugar?. Esta inquietud no es meramente técnica, sino profundamente humana: ¿seguiremos siendo los protagonistas del progreso o seremos espectadores de un sistema que ya no controlamos? 

Esta reflexión que muchos nos hacemos va más allá de lo tecnológico: el verdadero reto no está en lo que la IA es capaz de hacer, sino en cómo decidimos nosotros integrarla en nuestras vidas, trabajos y sociedades. La historia del progreso está llena de temores sobre la obsolescencia humana, desde la mecanización industrial hasta la automatización digital. Pero a diferencia de esas olas anteriores, la IA no se limita a ejecutar tareas programadas: aprende, infiere, decide y, en ocasiones, crea. Esta nueva capacidad de inteligencia algorítmica exige una redefinición de nuestra relación con las máquinas.

Gran parte del discurso actual sobre la IA se centra en la posible pérdida de empleos y en la deshumanización del trabajo. Pero esta narrativa, aunque comprensible, no refleja todo el panorama. Como ocurrió con la electricidad o internet, la IA no solo destruye funciones antiguas, también crea otras nuevas. Lo que no puede replicar –al menos en el horizonte visible– es nuestra capacidad de empatizar, de imaginar futuros posibles, de interpretar la ambigüedad y de crear vínculos humanos. Estas cualidades no son residuos del pasado analógico, sino competencias esenciales para un futuro digital centrado en las personas. La inteligencia artificial, por sí sola, carece de conciencia, moralidad o contexto emocional: no sabe lo que es sufrir ni lo que significa ser humano.

El verdadero valor de la IA radica en su capacidad para actuar como catalizador de nuestras propias capacidades. En lugar de competir con los humanos, puede y debe ampliar nuestras habilidades cognitivas, liberar tiempo, reducir la carga mental y permitirnos centrarnos en lo que aporta verdadero valor. Algunos de nuestros clientes, por ejemplo, usando este tipo de tecnología permiten que los agentes de IA de atención al cliente resuelvan más del 90% de las tareas entrantes con mayor rapidez, mientras los humanos se enfocan en casos que requieren empatía, juicio y negociación. En el área de desarrollo un cada vez mayor porcentaje del nuevo código generado, por compañías como la nuestra, en la adición de nuevas capacidades y soluciones proviene ya de algoritmos generativos, lo que acelera los ciclos de innovación sin desplazar al ingeniero, sino posicionándolo como supervisor y estratega del código. Una vez más la IA no sustituye el talento humano: lo amplifica.

Pero para que esta alianza sea fructífera, debemos rediseñar los sistemas sobre los que se asienta nuestro trabajo. No basta con automatizar tareas: hay que repensar los roles, segmentarlos por habilidades y generar rutas de transición laboral hacia nuevos perfiles profesionales. Esta tarea requiere colaboración entre gobiernos, empresas y centros educativos, y un enfoque que combine desde “mejora de competencias” hasta reconversión profesional. No estamos hablando solo de adaptarse al cambio, sino de anticiparlo y liderarlo. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que la IA refuerce desigualdades preexistentes o genere nuevas formas de exclusión laboral y social.

El peligro real no es que la IA nos reemplace, sino que decidamos abdicar de nuestra responsabilidad y dejemos que el futuro se escriba al margen de nosotros. Si tomamos un rol activo en el diseño ético, técnico y social de estas herramientas, podremos guiar su evolución hacia objetivos que reflejen nuestras prioridades humanas. Esto implica establecer marcos regulatorios, desarrollar IA explicables y auditables, y garantizar que su implementación se oriente hacia el bien común. La pregunta clave no es qué puede hacer la IA, sino qué debe hacer y bajo qué condiciones.

Porque, en última instancia, la inteligencia artificial no es una fatalidad escrita en código. Es una decisión humana, una construcción social y técnica. Y como toda decisión, debe tomarse conscientemente, con valores, con visión y con coraje. Reescribir el futuro es una tarea colectiva, y ahora es el momento de asumirla. 

En AlgoNew estamos comprometidos con esta línea de actuación: diseñar soluciones de IA responsables, centradas en el ser humano y alineadas con un futuro donde la tecnología amplifique, en lugar de sustituir, lo mejor de nuestra inteligencia.

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